El conservatorio de Almazán ha tomado una iniciativa única en el mundo de la música y el mimo. Tras detectarse numerosos casos de positivos por COVID-19 en las escuelas de música de la galaxia, la dirección de este centro ha tomado la decisión de taponar todos los instrumentos de viento-madera y viento-metal por ser básicamente cerbatanas de la saliva, como así lo ha definido Teresa Spock , una de las impulsoras de la controvertida medida.

La drástica decisión consiste en aplicar unos tapones de corcho en cada orificio de los instrumentos para así eliminar no sólo los estridentes sonidos del advenedizo, sino las diminutas gotas de saliva (hasta 8 litros en una sesión ordinaria pueden llegar a acumularse) que involuntariamente un aprendiz de flauta travesera babea a través del extremo inferior o tubículo.
«Antes de la pandemia nos arreglábamos con unas catiuscas y una gamuza para secar el suelo, pero ahora con el coronavirus no queremos jugárnosla. Aprender no aprenden a tocar, pero enseñamos a hacer play-back. Luego ponemos un disco de Kenny G, y a correr«, afirma Spock, quien dice sólo obedecer órdenes «de más arriba».