
Después de varios días en los que el primer ministro británico se ha visto acosado por propios y extraños, éste ha dado carpetazo al caso argumentando un «hartazgo de escuchar a repipis y sobrios». Por eso, Johnson ya ha vuelto a las tareas habituales del mandatario de una potencia europea.
El gabinete de prensa no ha precisado en qué consistirían esas tareas, pero ha dejado traslucir que «en esto y en aquello». Sin embargo, pese a abandonar las incursiones de políticos y amiguetes que colaban en Downing Street maletas con botellas de alcohol en su interior, Boris Johnson está molesto, según cuentan fuentes cercanas. El origen de ese malestar podría residir en los tres cuartos de hora largos que éste llevaría sin hacer una conga en el momento de escribir estas líneas.
La oposición e incluso miembros de su propio partido piden su dimisión debido al fuerte olor a vino y los regüeldos que el «Prime Minister» emite cada vez que responde a las acusaciones de fiestero.