
El ayuntamiento de Santander se ha visto envuelto en una inusitada polémica al permitir el tránsito a peatones y vehículos por calles y avenidas destinadas, desde el siglo XVII, al uso de terrazas y locales de ocio nocturno. Los hosteleros de la ciudad se han mostrado visiblemente molestos ante lo que consideran un ataque manifiesto a un espacio urbano destinado a sillas,mesas y gente hablando cada vez más alto.
La polémica se desató ayer, cuando un conocido cruce, rebautizado como «Cuatro Terrazas», fue abierto para el paso de ambulancias, lo que causó el inmediato malestar entre los consumidores que se desplegaban en torno a la rotonda.
El portavoz de la LGTBI (Logia de Gin Tonics en Bares Ibéricos), Félix Álbatros, ha considerado esta iniciativa como un atropello a un modo de vida ejemplar y que aporta el 98% de la economía de la ciudad. «Se trata de un modelo económico sostenible: llegada una hora, si te caes otro te sostiene. Además por cada parroquiano se generan dos o tres empleos indirectos en sectores como el de los bares, las tabernas, cantinas o figones, por no hablar del negocio de los trasplantes de hígado», asevera Álbatros.
La alcaldesa Gema Igual siempre ha aspirado a que la calle sea patrimonio inmaterial de la UNESCO y de los ciudadanos que alternan, desplazando del centro urbano a peatones contaminantes, o a engorrosas sillas de ruedas, «siempre con una persona amargada abordo«. Muchas vías cerraron el paso a vehículos que iban a garajes, o a antiestéticas señoras que venían de la compra, con el noble objetivo de levantar el negocio de los bares, motor real de la economía.
Como dice Doc en la película «Regreso al futuro», «¿Carreteras? A donde vamos no hacen falta carreteras». Santander ya está en el futuro.
