
Eduardo Charmander era hasta hace poco un simple administrativo en una gestoría. Hasta que decidió hacer pública su nueva identidad de género. Tras veintisiete años ejerciendo como contable, ayer anunció a sus compañeros de oficina que era translaboral; esto es, nacer con un puesto de trabajo escasamente retribuido pero autopercibirse como director general.
«Llevo años viviendo dentro del cuerpo de un pelacañas. Es muy duro vivir sabiendo que eres jefe pero que la gente no respeta esa condición: no te pagan más, te encargan hacer balances, haces más horas que un reloj… » .
Añade que su matrimonio es una farsa, pues su esposa es maestra, cuando realmente él se siente atraído por secretarias y ejecutivas con moño que luego se sueltan ondeando melena y pechuga (sic).

Su requerimiento ya ha sido admitido a trámite en la Oficina de Asuntos Sociales e Igualdad de su localidad, Saint Joan Desvent, junto al de la chica que se siente cebra.