
La vacunación de los menores de doce años comienza a provocar derivadas inusuales. La más reciente la de Josefina Álvarez-Walker, madre de un bebé de ocho meses en Almazán y que llevó a su hijo a vacunar. Poco antes de inoculársele la dosis contra el COVID preguntó al equipo sanitario si había extraescolares para dejar al niño allí hasta las diez de la noche. Ante la negativa de los presentes, Josefina insistió, añadiendo que estaba dispuesta a apuntarlo incluso a solfeo, tras lo cuál se arrancó en un ataque de paroxismo que obligó a llamar a Seguridad.
«A mí, desde que aparcó el SUV encima de la acera, me pareció que la madre llevaba prisa,«, señala una médico que presenció los hechos. Por un momento se creyó que lo que parecía un niño podría ser un muñeco de extraordinaria factura artística. Sin embargo, Junior, que así se llamaba el pequeño, resultó ser simplemente un mueble sometido a anhelos matriarcales.
Finalmente Junior fue vacunado y atendido por los servicios de urgencias, mientras la madre está obligada a asistir a un cursillo para padres sin sesera.