
El verano termina y con él la bulliciosa actividad de los pueblos durante la estación. Es el caso de Gárgaras, una pequeña población del occidente soriano que en verano llega a cuadruplicar su población respecto al verano. Así lo atestiguan sus dos habitantes constantes, Clarence Lavín y Amanda Cedejas.
«Es empezar julio y la calle grande se llena de dos o tres coches modernos«, declara Amanda, quien reconoce que el aumento de población le viene bien para su negocio de chacras hindús. Sin embargo, el otro habitante y archienemigo de ésta no se siente tan conforme con el aumento del censo: «Los madrileños lo dejan todo perdido de impronta y CO2. Y los de Bilbao no paran de decir epa«.
Como Gárgaras, cientos de pueblos de la España vaciada quedan al albur del invierno, esperando que un grupo de hippies o alguna start-up se instale en sus tierras y recupere el esplendor de antaño.