
Boris Johnson no ha podido más con la presión de los parlamentarios, por lo que con su decisión irrevocable pone punto y final a una etapa.
Los colaboradores más cercanos declaran que el propio Johnson aún no sabe qué ha pasado, y que por los pasillos de Downing Street habla sólo: «Ni que fuera yo el único borracho de Inglaterra».
Para evitar caer en contradicciones morales, todo indica que Boris Johnson que se retirará por unos meses (o tal vez años) a Benidorm, donde miles de compatriotas «no me van a juzgar por tomarme cuatro pintas de cerveza para desayunar».
El primer ministro británico llevaba varias semanas atrincherado en las dependencias presidenciales, ignorando los deberes y requerimientos que a su cargo le corresponde; una actitud muy semejante a la ocurrida en España con M. Rajoy durante su moción de censura. Las malas lenguas indican que Johnson no dimite por vocación de servicio a su país sino porque las existencias de cerveza se habrían acabado y había que buscar más.
