12 días después de su muerte, el hediondo incidente obliga a modificar el protocolo funerario

«Huele a muerto, pues yo no he sido«, es la frase que más se oye en todo el área metropolitana de Londres. Y es que un terrible olor ha aparecido en el torno funerario de Isabel II, lo que ha propiciado un cambio en el rígido protocolo británico. Expertos en la Casa Real afirman que desde hace cuatro o cinco días un leve tufillo acre se respira cerca del sarcófago que acoge el cadáver de la reina de Inglaterra.
Sin embargo, no ha sido hasta ayer cuando, tras haber sido expuesto el cuerpo ante 748.000 personas y durante varias horas al sol, el hedor ya era insoportable.
«Hemos investigado de dónde puede venir ese infecto olor, que es como de rata muerta, pero aún no hemos tenido éxito«, declara Reginald Yates, chambelán real y mozo de cuadras en Windsord. Algunas de las narices más afinadas del reino descartan por completo que la peste provenga del cuerpo de Isabel II, ya que el permanente aroma lácteo a viejo, sumado a la inveterada falta de higiene de Isabel II no encajarían con el miasma percibido .
Muchos apuntan, sin decirlo, a una doble posibilidad: bien, se les ha colado un pequeño mamífero en el féretro (comadreja, hurón), bien algún miembro de la Casa Real está postergando su baño anual.
Mientras el misterio se dilucida, se espera que para mediados de octubre, y coincidiendo con la festividad del Pilar, la liturgia funeraria de la reina haya concluido.