El futbolista, que acababa de sacar una línea de sombreros, busca un nicho de mercado para sus negocios

A Sergio Ramos no le sale nada bien. Primero se fue del Real Madrid para hacer fortuna en el París Saint Germain. Luego se lesionó. Después impulsó su carrera como influencer de moda, tatuador y actor dramático, pero siempre con escaso éxito.
Por eso, gracias al tiempo libre que tiene (es reserva en su equipo) decidió tomar las riendas de su carrera y ser comisionista, como ya hace su amigo y rival Gerard Piqué. Sin embargo esta nueva faceta tampoco parece salir a flote. Al parecer, Ramos intentó ser intermediario entre Arabia Saudí y Osasuna para que esté equipo participase en el «Torneo Dunas-Talleres Pacheco», pero la negociación no fructificó por las abusivas comisiones que el ex-madridista exigía.
«Somos una familia normal a la que le cuesta llegar a fin de mes, pero el botox y los jets privados son innegociables», declara su esposa y personal-gromenawer, Pilar Rubio.