El escritor y académico murciano no deja de crear polémica allá por donde pasa. En esta ocasión ha sido por motivos de comunicación no verbal. Desde que se dejara perilla , el autor de «El círculo social de amigos de Alejandro Dumas» (así desea que se conozca a su obra «El club Dumas» para evitar anglicismos) ha experimentado una metamorfosis facial que a nadie ha dejado indiferente.
Atrás quedan sus años como reportero en la extinta Yugoslavia -cuando gastaba de gafas de pasta negra y tenía menos deltoides- en los que desplegaba crónicas con verbo grácil y riguroso y sus ojos permanecían abiertos y asustados, no fuera a ser presa de francotiradores.
Traducidas a más de sesenta y dos idiomas, sus títulos llenan a Pérez Reverte de merecido prestigio y de un aura de autoridad que para sí quisiera Chuck Norris. Por eso ha decidido, como propósito de Año Nuevo, achinar los ojos aún más, para «no seguir viendo ni escuchando las tontadas que se dicen entre sí los académicos». Y es que el titular de la T en la Academia de la Lengua no siempre secunda las decisiones que ésta toma para actualizar la lengua de Lope de Vega.
«Cuando llegué allí no dije nada, porque era el nuevo y tal, pero que lo de cocreta se diera por correcto me extrañó. Poco después la cosa empezó a desmadrarse, sobe todo entre R Minúscula y F Mayúscula, que son los fiesteros de la institución; el resto ya lo conoce la gente: almóndriga, , toballa, sunormal…»
Hoy día, afamado y acaudalado escritor de exitosas novelas, compagina su pasión por la escritura con la relectura de Stendhal y Faulkner, por quienes siente verdadera devoción.
«Cada mañana leo enterito el Ulises de James Joyce, porque sé que en algún momento del día llamaré ignorante a algún tuitero con citas de esa magna obra. Es una brasada de puta madre pero todo sea por humillar a la gente».