Según ha conocido nuestro enviado al Vaticano, el Papa Francisco está considerando emitir una bula a monasterios y conventos de todo el orbe que observan el voto de clausura para que sus miembros salgan al exterior un par de horas cada día. “Total, no hay nadie por la calle” ha comentado Jorge Bergoglio “, y las tentaciones de la carne siempre están ahí, en el celular o en sacristía”.
A esta decisión se ha llegado habiendo realizado una prueba piloto, precisamente en España. Las clarisas de Burgo de Osma han sido las primeras en abrir sus puertas para poder dar un garbeo extramuros. La experiencia no ha estado libre de situaciones curiosas, ya que varias hermanas preguntaron por las cabinas telefónicas e intentaron utilizar para sus pequeños gastos moneda que ya no es de curso legal. “Guardábamos unos reales de vellón en los refajos, pero no caben por la ranura del teléfono. Las monedas tampoco”, comentó tras el paseo sor Ifigenia de Antioquía, madre superiora.
Bergoglio, en consonancia con su cruzada aperturista, parece decidido a implementar la iniciativa, aunque no exenta de condicionantes: las religiosas tendrán que pasear en formación cerrada de a cuatro y no podrán correr despavoridas si vieren o conocieren varón.
La medida es un desafío directo al Ministerio de Sanidad, ya que según éste, la Iglesia debe obedecer las directrices aplicables al resto de población. El pontífice ha querido ser conciliador: “La Iglesia hará lo que a mí me salga del orto, faltaría más”.