
El inesperado ingreso hospitalario del presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha servido para sacar a relucir los aspectos más oscuros de la brecha racial en Estados Unidos. Según nuestro corresponsal en Washington, Rogelio Txintxaurreta (Txikierdi) durante un estadio de su tratamiento con cloroquina la anaranjada piel del mandatario se tornó oscura debido a los efectos secundarios del compuesto.
El médico privado de Trump, José María Rudolfhoess, nos aseguró: “Afecta a la función hepática y el paciente pasa de tener un exuberante aspecto caucásico a semejarse a un ser negroide”. El personal que le atiende afirma que Trump pasó veinticuatro horas boca abajo en el suelo con las manos en la nuca musitando “don’t shoot, don’t shoot”y que los intentos de calmarle fueron en vano.
“Hizo falta inyectarle un tranquilizante, pero nos costó convencerle de que no era una inyección letal” constató un sanitario. Sus correligionarios, sin embargo, ven en su recuperación una oportunidad perdida de arañar votos entre el electorado negro: “una pena que no fuese negro un par de días más, hubiéramos arrasado”
Su preocupada y abnegada esposa Melania dará por bueno renunciar a un matrimonio mixto con tal de que su marido retorne a los tonos zanahoria: “Ahora mismo hubiera sido difícil cambiar mi armario para conjuntar”. Un alivio.