
Llega el fin de curso y como es tradición, profesores de todo el país se afanan en terminar de confeccionar muñecos que representen a sus alumnos, para después quemarlos en una pira funeraria y así conjurar odio e injerencia en su profesión.
La tradición se remonta a un año indeterminado de este siglo, cuando la enésima reforma educativa dotó a los educadores de menos autoridad aún. Un grupo de docentes del IES «Serengueti» de Almazán se reunieron para hablar de la difícil situación. Así lo cuenta Práxedes Lanzallamas, profesor de Geografía e Historia:
«Estábamos reflexionando sobre cómo hacer que los niños dejaran de escupirnos, hallando soluciones metodológicas y el puzzle de Aronson , cuando surgió la idea. El de Tecnología propuso hacer un muñeco de Yuesneivi Jiménez y luego quemarlo en hoguera ( el muñeco). Era un perillán que nos robaba la cartera porque sus padres están divorciados ( el niño). Así que yo exclamé de repente: ‘Sujétame el acta de evaluación’. El resto ya es historia».
Lo que comenzó siendo una pequeña broma se extendió por todo el territorio nacional hasta convertirse en la inveterada costumbre que hoy todos conocemos. Desde Inspección Educativa no acaba de gustarles la idea pero sostienen que es más barato eso que dotar de medios a los centros.