La popular activista Greta Thumberg ha tomado el control de la embarcación australiana que desde hace unos días la llevaba hacia Europa. Según fuentes cercanas a la Guardia Costera de Atlantis, la adolescente sueca montó en colera al sospechar que el patrón del catamarán, Michael Dundee, había echado una pastilla de Gallina Blanca en los fideos que iban a servir de alimento. La simpática muchacha fue a comprobar la basura en el contenedor de deshechos vegetales-morales y allí, y no en el de envoltorios no fungibles, halló el papelito de caldo concentrado. A continuación, siempre según fuentes contrastadas, tomó el timón del barco, desplegó la vela mayor y el sobrejuanete y puso rumbo hacia un banco de algas que a estas horas deben de ser el único sustento de la tripulación. Al acto de piratería se suma el nulo conocimiento de la capitana en temas marinos.
La epopeya comienza a mediados de noviembre, cuando Thumberg se ve obligada a abandonar EEUU rumbo a Madrid, lugar en el que se celebrará la cumbre mundial del clima. La misión transatlántica no revestía mayor desafío que la exigencia de Greta por viajar en un medio de transporte que no proyectara sombra.

Los Dundee son un matrimonio australiano en paro con dos hijos que está recorriendo el mundo para que sus hijos maduren de una vez. Al conocer el anhelo de la adolescente por huir de América se encontraban atracados en el cercano puerto de Nantucket, así que no dudaron en ayudar a la ecologista más querida del mundo, sin imaginar el dramático peregrinaje que están viviendo.
Se cree que en estos momentos atraviesan el Mar de los Sargazos, lo que, de momento les asegura comida vegana; sin embargo, a estas horas preocupa la salud del pequeño Jimmy Dundee, un bebé grumete de diez meses que, aquejado de bocio, no cesa de arriar y desplegar la mesana.