El reciente brote detectado en Mallorca a raíz de un viaje de fin de curso ha dejado una sensación de malestar entre los afectados, cuyos infundados requerimientos no están siendo escuchados. Los cerca de 70.000 adolescentes confinados en hoteles de la isla ya han interpuesto una querella al Tribunal de La Haya por «exceso de celo sanitario y sentido común«.

Todo comenzó meses atrás cuando los alumnos del I.E.S. «Miguel Bosé» organizaron un viaje que jamás olvidarían. Y qué mejor destino que Mallorca, inigualable punto de interés cultural para estudiar el gótico flamígero, recorrer parte del Camino de Santiago o admirar la idiosincrasia alemana. Sin embargo todo se vino al traste cuando se detecto un caso de una extraña cepa vírica de la que nadie ha oído hablar si usted lleva en coma dos años, el COVID-19.
A día de hoy, los adolescentes permanecen en sus habitaciones, confinados hasta conocer el resultado de una PCR que les permita vivir su existencia sin más privaciones. «Esto es un secuestro, en plan. Nadie nos dijo que había una pandemia», dice con tristeza Marina Brigitte Mongolfier, una de las confinadas y estudiante de bachillerato por la rama de estulticia. «Ahora entendemos a Mandela y a todos los negritos del mundo».
El representante legal del colectivo ya se ha inhibido del caso al ser incapaz de entender uno solo de los argumentos esgrimidos por los padres de los chicos, muchos de ellos con un mermado sentido de la responsabilidad.