Que a pesar de su apellido, no era amigo de ir a misa ya lo imaginábamos. Lo que no podíamos pensar es que el líder podemita procede de una estirpe de judíos conversos y feos cuyo origen debemos encontrar en el siglo XV.
El descubrimiento lo ha hecho Margarita de Loyola, jefa del Archivo de la diócesis de Valladolid, cuando revisando el número de herejes quemados se interesó por el origen del apellido Iglesias en la corte castellana. El estudio reveló que una familia de gentiles, encabezada por el prestamista Abraham Spielberg, había sido denunciada por usura y falta de higiene. La condena por dicho delito era el destierro a Murcia, que podía ser eludida convirtiéndose a la fe de Cristo. Y eso decidieron los Spielberg, que además cambiaron nombres y apellidos por otros más acordes al santoral.
La tradición se perpetuó y el paso de los siglos hizo el resto. Así llegamos al 15-M, donde un jovenzuelo melenudo con ideales bolivarianos comenzó a difundir su propaganda. Hoy el actual Pablo Iglesias sigue practicando la usura de la palabrería progre, vendiendo sueños a interés elevado. Ahora entendemos muchas cosas.