
Las cajas de polvorones que se amontonan en nuestros sótanos desde hace más de una década tienen sus días contados. La empresa alemana Fotzelecker Gmhb ha desarrollado un innovador sistema capaz de convertir los polvorones revenidos en elementos constructivos capaces de soportar fuerzas de torsión, compresión y estiramiento superiores a los bloques y adoquines constructivos convencionales.
El hallazgo-como suele ser habitual- fue fortuito, Herman Fotzelecker ingeniero retirado y descubridor del material nos lo cuenta en exclusiva: “Mi hermana se fue de vacaciones a Fuengirola y allí le endosaron una caja de polvorones, a ver si se los comía: probó uno y antes de tirar la caja a la basura me la envió a mí. Comencé a hacer pruebas en mi laboratorio y así empezó todo.
El señor Fotzenlecker advirtió que la masa de un adoquín compuesto de polvorones y aglutinante tiene una densidad tal que consigue alterar el campo gravitatorio a medio metro del mismo. “Es incluso más cuando los polvorones son anteriores a 1980”, afirma el empresario teutón.
Según el Instituto Nacional de Estadística el stock de polvorones no ingeridos en los hogares españoles asegura un suministro a la empresa durante los próximos 25 años. Siempre según la mencionada institución la última persona que ingirió el denominado “Rosco de Vino” de la caja fue Ramiro Mancisidor, guardia civil retirado, en Castrillo de Rucios (Burgos) en 1987.