
Franz y Ferdinand Grundig son dos hermanos gemelos que fueron separados de niños por desavenencias entre sus padres. Franz se fue a vivir con su padre Helmut a Dusseldorf y Ferdinand con Bernardette, su madre, a Hanga Roa, en Chile.
Durante veinte años vivieron vidas separadas, sólo unidas por ese vínculo invisible que sólo los gemelos perciben. La casualidad hizo que ambos coincidieran en una visita a Mathausen, en busca de sus orígenes familiares. Al cruzarse, creyeron ver en el otro un rostro conocido. Entonces sus vidas volvieron a unirse, aunque sólo por unos minutos. Pasado ese tiempo, los hermanos volvieron a sus rutinas para no volver a reencontrarse nunca más, al menos al cierre de esta edición.
Sabido es que entre los diagnosticados con síndrome de Asperger es conveniente que las costumbres diarias no se vean alteradas; de ahí ese, en principio, curioso comportamiento.
«Es war die auffrengendste viertelstunde meines lebens» («Ha sido el cuarto de hora más emocionante de mi vida»), refirió un hierático Ferdinand . Mientras, Franz se retiró a sus aposentos, como cada día a las 19:03. Historias como las de estos hermanos con síndrome Asperger son las que nos permiten seguir creyendo en la especie humana.